A partir del quiebre institucional chileno de 1973, se inició un profundo proceso de cambios estructurales basado fundamentalmente en una fuerte y rápida apertura de la economía hacia el exterior junto a una privatización creciente de las actividades económicas, todo ello en el marco de un modelo económico basado en el mercado, con una mínima participación del Estado en las actividades económicas, y con un papel de facilitador y regulador de la actividad económica.
Esos cambios estructurales comenzaron a ser introducidos desde el mismo año 1973 y profundizados durante el año 1974. Cesaron los sindicatos y el Código de Trabajo; se despidieron miles de empleados públicos, y el empleo privado se vio afectado por la competencia externa. Con el objeto de compensar los efectos sociales de los ajustes, se inició en 1975 un Programa de Empleo de Emergencia denominado Programa de Empleo Mínimo (PEM), más que consistir en un programa de generación de empleo productivo, consistía en la contratación directa, de parte del Estado, de trabajadores de baja calificación desocupados, para realizar obras públicas de mantenimiento.
El PEM llegó a incorporar casi 200,000 trabajadores por año durante la segunda mitad de los años setenta, representando un 6.7 por ciento de los ocupados. El problema del empleo aumentó sostenidamente hasta fines de la década y junto con ello se deterioró marcadamente la distribución del ingreso. El PEM debió ampliarse desde 133,900 beneficiados en 1979 a 190,800 en 1980. Sin haber logrado la estabilidad, la economía se sume en 1982 en una nueva profunda crisis económica, cuando el PIB cayó en 14.1 por ciento. Eso obliga al Gobierno a introducir un nuevo programa de creación directa de empleo denominado Programa de Ocupación para Jefes de Hogar (POJH). El total de trabajadores adscritos al PEM y el POJH en 1982 alcanzó la cifra de 306,500, para luego ascender aún más en 1983 a 502,808 trabajadores.
Sólo a partir de la segunda mitad de los años ochenta, luego de diez años de tratamiento de shock, comienzan a sentirse los primeros síntomas de la estabilidad económica y el desempleo comienza a retroceder. Sin embargo, el PEM y el POJH se debieron mantener hasta el año 1988, cumpliéndose con ello 13 años de emergencia en materia de empleo. Los salarios, tanto mínimos como promedios sufrieron un profundo deterioro en sus poderes adquisitivos reales, retrocediendo a los niveles existentes en la década de los años sesenta, lo cual vino nuevamente a concentrar la distribución del ingreso (García-Huidobro, 2002). Durante la década de los años noventa la economía chilena alcanzó las tasas de crecimiento económico más elevadas de su historia y las tasas de desempleo más bajas. Bajo este contexto de crecimiento dinámico y estabilidad de precios, se llegó a temer enfrentar problemas de escasez de mano de obra. Por ello, se le brindó particular atención en las políticas públicas de mercado de trabajo a la capacitación, tanto para elevar la productividad entre los trabajadores ocupados y fortalecer la competitividad internacional de la economía chilena, como para fortalecer la empleabilidad de aquellos que aún padecían de problemas de empleo.
Revista Internacional de Psicología ISSN 1818-1023
Vol.7 No.2
· Buendía, J. (2001). Empleo, estrés y salud. Madrid: Pirámide.
· Yáñez, R. (2005a). Algunas Consecuencias Psicológicas Asociadas al Desempleo. Documento Impreso. Universidad de Concepción. Yáñez, R. (2005b). Apuntes de Clases. Documento No Publicado.
Gisela Olivares Dominges
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